EL RÉGIMEN POLÍTICO COLOMBIANO
COLOMBIA: DEMOCRACIA Y VIOLENCIA
El régimen político colombiano ha girado durante toda su historia republicana alrededor de dos grandes estructuras políticas, pero la construcción de una tercera opción entre los dos partidos tradicionales ha conllevado muchos años de lucha. Lucha que se ha presentado en dos escenarios: el violento y el pacífico. La estructuración de una alternativa democrática a los partidos tradicionales se ha enfrentado igualmente a dos terribles enemigos, la terrible intolerancia política frente a la disidencia y el maximalismo de los grupos violentos. Las raíces de los partidos tradicionales pueden rastrearse hasta finales del período independentista. Los liderazgos de Francisco de Paula Santander y Simón Bolívar dejaron su impronta en las distintas toldas políticas, y sería la actuación de ambos partidos la que determinaría las luces y sombras de la vida republicana durante los siglos XIX y XX. Pero las transformaciones contemporáneas del siglo XX potenciarían un conjunto de cambios dentro y fuera de los partidos tradicionales, ante una sociedad más compleja y diversa. Sometida a las oleadas ideológicas derivadas de la Guerra Fría, la construcción de una tercera opción de poder ha desvelado a importantes líderes.
La construcción de esta tercera alternativa política que rompió el monopolio de liberales y conservadores ha producido disidencias profundas que se han visto bloqueadas por la intolerancia política y la violencia, factores que también son parte integral del particular régimen republicano colombiano.
La construcción de la izquierda esta imbricada profundamente con los infructuosos intentos de establecer una tercera fuerza política que se convierta en alternativa de poder. La izquierda colombiana del siglo XX tiene sus raíces incrustadas en los debates que se generaron dentro del Partido Liberal durante la hegemonía conservadora, que se extendió desde 1886 hasta 1930, y en la dinámica que se generó durante las reformas de la hegemonía conservadora que se extiende hasta 1946. La opción a la izquierda se ha debatido entre dos grandes vías, el camino infructuoso de la violencia a través de las fuerzas guerrilleras y las difíciles vías democráticas. La primera es una vía truncada que aleja las posibilidades reales de construir una alternativa. La violencia es el principal obstáculo para cualquier tipo de cambio progresista en Colombia. La opción democrática de integración se enfrenta asimismo a una violencia evidente de sectores intolerantes que no reconocen en el otro el derecho a existir. Estas evidencias deslegitiman por completo a cualquier tipo de grupo violento, convirtiéndolos en fuerzas reaccionarias en la dinámica colombiana.
Jorge Eliécer Gaitán quiso abrir un espacio entre el Partido Liberal y el Conservador, con una movilización popular muy efectiva. Este importante líder proveniente del sector liberal pretendió separar las “oligarquías”, liberales y conservadoras, del “pueblo”, a través del uso que le otorgó a los términos de “país nacional” y “país político”. Los niveles de movilización derivados lo llevaron finalmente a la muerte el 9 de abril de 1948. Dramático asesinato que truncó el camino del populismo político en Colombia y dinamitó el dique que llevó a la profundización y extensión de la violencia durante las décadas posteriores.
La incapacidad de las elites para resolver el problema de la violencia llevó finalmente a la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla. Luego de la caída del dictador, en 1957, el Frente Nacional trancó el juego político, al cerrar el espacio electoral para una opción distinta a los liberales y conservadores que se alternaban en el poder. Esta esclerosis de participación fortaleció paradójicamente la opción violenta para la toma del poder. Las guerrillas que habían sido anteriormente liberales cayeron en el juego de la Guerra Fría y en el aura de la Revolución Cubana. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, emergen como un movimiento comunista. Asimismo, las profundas contradicciones sociales influyeron notablemente en los niveles bajos de la jerarquía de una de las instituciones más antiguas y conservadoras de Latinoamérica, la Iglesia Católica. La teología de la liberación proclamó la opción por los pobres, y jóvenes sacerdotes católicos, como Camilo Torres, quisieron llevar la obra cristiana a una acción directa: el cura guerrillero optó por sumarse contra el sistema sentando las bases del Ejército de Liberación Nacional, ELN. Murió a los pocos días, pero el grupo guerrillero continúa presente hasta hoy. Por otra parte, en los polémicos comicios de 1970, el antiguo dictador Rojas Pinilla se postuló contra la línea oficial del Frente Nacional, el conservador Misael Pastrana. El día de las elecciones un apagón en medio de los conteos pareció voltear el resultado para favorecer al candidato oficial contra Rojas. Sectores radicalizados de la ANAPO, organización que apoyaba a Rojas, ante el supuesto fraude, decidieron incorporarse a la opción violenta a través de una guerrilla urbana más efectista que efectiva, el M-19.
La paradoja nos llevó a la década de los años ochenta. Unos importantes acuerdos de paz fueron firmados en mayo de 1984, los cuales llevaron a la creación de la Unión Patriótica, pero se vinieron abajo por la intolerancia y el asesinato político. A pesar de que durante algunos años la violencia guerrillera recrudeció en varias partes del país, teniendo como cima la toma del Palacio de Justicia por parte del M19 el 6 de noviembre de 1985, estas iniciativas de paz abrían un importante espacio para terminar con la violencia. En las elecciones de 1986, la Unión Patriótica (UP) obtuvo más de trescientos mil votos y se proyectó como una alternativa democrática de poder y como la mejor vía para terminar con la guerra. La Unión Patriótica pretendió convertirse en el espacio natural de crecimiento de la izquierda democrática colombiana. Pero el camino se vio truncado por la más impresionante violencia política de la segunda mitad del siglo XX colombiano. Miles de dirigentes de la UP fueron vilmente asesinados en calles y pueblos, incluyendo al doctor Jaime Pardo Leal, candidato a la Presidencia de la República, quien cayó ultimado el 11 de octubre de 1987. Las balas que cegaron las vidas de estos dirigentes siguen resonando y obstaculizando las vías de resolución política de la violencia a través de la integración democrática.
En la década de los años noventa el proceso constituyente trajo la paz y la integración política del M-19, pero el zarpazo de la intolerancia política se llevó por delante, asimismo, a importantes dirigentes de la nueva organización política. El asesinato de Carlos Pizarro en un avión de Avianca por personajes ligados al paramilitarismo evidenció las dificultades que implica para la sociedad colombiana el reconocimiento e integración del otro dentro del sistema. Ese es el reto que, tarde o temprano, tendrá que asumir. Toda evasión de este tema es una irresponsabilidad, y todo fortalecimiento de la opción armada es una sangrienta posposición. La antigua democracia colombiana requiere de esa reconciliación integradora para completar un perfil moderno.
La posibilidad de transformar los tejidos sociales y las instituciones políticas colombianas, con el propósito de lograr una paz estable mediante la solución negociada del conflicto armado, requiere la redefinición del sistema de intercambios y conflictos entre el Estado y la sociedad civil. Sin embargo, el significado que ha adquirido la relación entre estas dos esferas societales en las últimas dos décadas, exige una aclaración preliminar.
A raíz de la colonización de nuevos espacios sociales por la lógica del mercado, el debate relativo a la relación entre el Estado y la sociedad civil se polarizó alrededor de dos posiciones antagónicas: por un lado se predicó la separación tajante de las dos esferas y por el otro su identidad total. En el primer caso, la sociedad civil adquirió una serie de virtudes contrapuestas a los defectos imputados al Estado y en el segundo, éste fue presentado como la simple condensación de los conflictos y las contradicciones inherentes a la sociedad civil. Dicha polarización ocultó el isomorfismo de las dos esferas, la cristalización de ambas en un mismo sistema de relaciones sociales, sin perder su especificidad.
CARACTERIZACIÓN DEL RÉGIMEN POLÍTICO COLOMBIANO
Si el papel fundamental de los partidos gira en torno de la legitimación de ellos mismos y del sistema político imperante, nos asalta la pregunta ¿qué sucederá con nuestros partidos políticos?. Sobre todo desde las transformaciones propiciadas a partir de 1991 que han acentuado la atomización partidista y que obligan a pensar en su necesaria reestructuración en aras de corregir la carencia de legitimidad interna, la dispersión y fragmentación a nivel de organización, el desfase entre las demandas sociales y los discursos políticos, así como su anarquía desde lo programático. Mejorar la representatividad del sistema de partidos resulta vital ya que estos son el soporte de la democracia.
Colombia , aunque con el concierto actual de los Estados puede aparecer como una anomalía, no deja de tener amplias coincidencias con el desarrollo de regímenes políticos en otras naciones, durante el presente siglo. En Europa produjo dos grandes y devastadoras guerras mundiales, las más destructoras de la historia humana, después de las cuales fue posible estabilizar los regímenes políticos de muchos países sobre la base de fuertes consensos sociales. Guardadas las proporciones, el proceso ha sido similar en muchos países de América Latina, algunos de ellos han vivido sangrientas dictaduras militares para al final reconocer la necesidad de la ampliación de del régimen político.
La Asamblea Nacional Constituyente de 1991
La Asamblea Nacional Constituyente es una corporación especialmente integrada para elaborar un texto constitucional para un Estado en formación, para reemplazar una Constitución ya existente, o para introducirle a una vigente modificaciones referentes a la forma del Estado, a la forma de gobierno o al régimen político.
En Colombia la Asamblea Nacional Constituyente de 1991 fue convocada por varias causas, entre las que se pueden resaltar:
Pérdida de legitimidad del Estado, es decir, ya no hay representatividad, los ciudadanos se sienten defraudados por la falta de eficacia en la solución de los conflictos sociales, económicos y políticos, que se presentan en Colombia.
La violencia generada por la guerrilla, y por el narcotráfico, que afecta la situación social del país.
La corrupción de los funcionarios públicos.
La escasa participación de la ciudadanía en los escenarios políticos.
La necesidad de adaptar la legislación a las nuevas doctrinas del F.M.I., estableciendo una base democrática y un proceso económico con base en el neoliberalismo.
La Asamblea Nacional Constituyente en Colombia fue convocada por la iniciativa de un movimiento estudiantil, apoyado de los estamentos políticos, la prensa, la corte suprema de justicia, etc.; se realizó una consulta popular que respaldó la conformación de la Asamblea, cuyos miembros fueron elegidos por voto directo de los ciudadanos. Una vez reunidos para la reforma a la constitución de 1886, terminaron por crear una nueva, que es la que hoy nos rige.
La característica más sobresaliente de esta reforma en 1991, fue la amplia participación de sectores sociales antes marginados, como es el caso de los grupos indígenas, que contaron con su cuota de participación en la Constituyente, al igual que las comunidades negras, guerrilleros desmovilizados, entre otros.
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jueves, 15 de mayo de 2008
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